THE WALL STREET
JOURNAL
Lunes, 19 de septiembre de 2005
ONU: EL VASO, MEDIO LLENO
Kofi Annan
El documento final aprobado el
pasado viernes al término de la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas ha sido
calificado de «decepcionante» o «descafeinado». Es una afirmación cierta, al
menos en parte, y así lo dije ante los líderes del mundo el pasado miércoles.
Pero, entendido en su conjunto, no deja de ser una significativa
manifestación de unidad a escala mundial sobre un gran número de cuestiones.
Se trata de una excelente
noticia, tras semanas de tensas negociaciones. El martes por la mañana aún
quedaban por resolver 140 puntos de desacuerdo que afectaban a 27 temas. En
un alarde final de diplomacia de tipo lo tomas o lo dejas, se pudo ultimar el
documento, pero eso ocurrió tan entrada ya la noche, que los reporteros y
comentaristas no tuvieron tiempo de analizar el texto completo antes de
emitir su juicio. No pretendo criticarlos cuando afirmo que ahora se están
revisando, o cuando menos matizando, muchas de sus valoraciones.
En efecto, no es mi intención
criticarlos, pues la mayoría de los periodistas han sido muy considerados
conmigo. Así, atribuyeron el supuesto fracaso a los Estados miembros,
quienes, supuestamente, no hicieron suyas las audaces propuestas de reforma
que yo había formulado. De justicia es que ponga ahora las cosas en su lugar.
En marzo, cuando propuse una
agenda de trabajo para la
Cumbre, coloqué el listón a un nivel deliberadamente alto,
pues en las negociaciones internacionales nunca se obtiene todo lo que se
pide. Asimismo, presenté las reformas como un conjunto, no porque confiara en
que fueran a aprobarse sin cambios, sino porque consideraba más probable que
se lograran avances si se procedía conjuntamente y no por separado, puesto
que los Estados estarían más dispuestos a superar sus reservas sobre algunas
cuestiones si observaban que otras a las que atribuían más prioridad recibían
la atención que a su juicio merecían.
A fin de cuentas, eso fue
precisamente lo que sucedió.
El documento aprobado contiene
compromisos firmes e inequívocos, tanto de los países donantes como de los
países en desarrollo, sobre los pasos concretos que hay que dar para que en
2015 se consigan los objetivos de desarrollo acordados hace cinco años en la Cumbre del Milenio, y
ahora que el presidente George W.Bush los ha respaldado claramente en su
discurso de la semana pasada durante la Cumbre, puede decirse innegablemente que existe
un consenso mundial que los apoya.
El documento contiene decisiones
destinadas a fortalecer la capacidad de las Naciones Unidas en el
mantenimiento, el establecimiento y la consolidación de la paz, incluido un
esbozo detallado de una nueva Comisión de Consolidación de la Paz, lo que permitirá
garantizar acciones internacionales más coherentes y sistemáticas para fraguar
una paz duradera en los países asolados por la guerra.
El documento incluye decisiones
que permitirán afianzar las funciones y duplicar el presupuesto de la Oficina del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, crear un sistema
mundial de alerta temprana para prevenir desastres naturales, movilizar
nuevos recursos para luchar contra el VIH/ sida, la tuberculosis y el
paludismo, y mejorar el Fondo Renovable Central de las Naciones Unidas para
Emergencias, de modo que cuando ocurra un desastre en el futuro, la ayuda
llegue con mayor rapidez y seguridad.
Contrariamente a lo que había
recomendado, en el documento no figura la definición clara de terrorismo. Sin
embargo, sí contiene, por primera vez en la historia de las Naciones Unidas,
una condena inequívoca, por todos los Estados miembros, del terrorismo «en
todas sus formas y manifestaciones, independientemente de quién lo cometa y
de dónde y con qué propósitos», así como un enérgico llamamiento para que en
un plazo de 12 meses se ultime una convención amplia contra el terrorismo y
un acuerdo para forjar una estrategia mundial de lucha contra el terrorismo
que debilitará a los terroristas y reforzará nuestra comunidad internacional.
Tal vez lo más valioso para mí
sea la aceptación clara por todos los miembros de las Naciones Unidas de que
hay una responsabilidad colectiva de proteger a las poblaciones civiles del
genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes contra
la Humanidad
cuando las autoridades locales no estén manifiestamente a la altura de sus
responsabilidades, con el compromiso de hacerlo por conducto del Consejo de
Seguridad. Fue en 1998 cuando defendí por primera vez esta postura, como
lección ineludible de nuestros fracasos en Bosnia y Rwanda. Me complace
observar que por fin ha recibido la aceptación general, y confío en que se
pondrá en práctica cuando las circunstancias lo exijan.
También se acepta mi propuesta
de un nuevo Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, aunque no sin
los detalles que, a mi juicio, harían de él un órgano claramente mejor que la
actual Comisión. A la
Asamblea General se le atribuye el cometido de ultimar
dichos detalles durante el próximo año. Los Estados que creen firmemente en
los Derechos Humanos deben trabajar con empeño para que el nuevo órgano
represente un verdadero cambio.
Los Estados miembros han
aceptado la mayoría de las propuestas detalladas que formulé sobre la reforma
de la gestión. En un futuro próximo, deberíamos disponer de mecanismos de
supervisión y auditoría de nuestra labor más independientes y rigurosos,
eliminar las actividades obsoletas e introducir una gratificación excepcional
para el personal que se retire voluntariamente, de modo que podamos
concentrar nuestras energías en las prioridades actuales y contratar a las
personas adecuadas para encargarse de ellas, y reformar en profundidad las
normas que rigen la utilización de nuestros recursos presupuestarios y
humanos.
Sin embargo, los Estados
miembros se han abstenido de asumir el compromiso claro de dotar al
secretario general de la firme autoridad ejecutiva que tanto yo como mis
sucesores necesitaremos para desempeñar el creciente número de funciones que
se encomiendan a las Naciones Unidas.
También había propuesto una
reforma del Consejo de Seguridad, para que fuera más ampliamente
representativo de las realidades de hoy. Aquí también existe un acuerdo de
principios, pero el problema está en los detalles. El documento recoge el
compromiso de los Estados de seguir buscando un acuerdo e insta a que se
examinen los avances al respecto a finales de 2005.
Con todo, el principal fallo del
documento es no haber abordado la cuestión de la proliferación de las armas
nucleares, sin duda, la amenaza más alarmante a que habremos de hacer frente
en un futuro inmediato, dado el peligro de que los terroristas adquieran ese
tipo de armas. Algunos Estados quisieron que se diera prioridad absoluta a la
no proliferación, mientras que otros insistieron en que las acciones para
reforzar el Tratado sobre la No Proliferación de las armas nucleares (TNP)
debían incluir nuevos pasos hacia el desarme. De este modo, se repitió el
fracaso de la conferencia de examen del TNP celebrada en mayo.
Evidentemente, se trata de un
asunto demasiado importante como para que la indecisión lo lleve al fracaso.
Hago un llamamiento a los dirigentes en ambos frentes para que den mayores
muestras de capacidad política y tomen medidas urgentes para encontrar una
posición común. De lo contrario, esta Cumbre podría llegar a recordarse sólo
por su incapacidad para impedir el desmantelamiento del régimen de no
proliferación y todo lo que en realidad se ha conseguido podría quedar en el
olvido.
Kofi Annan es
secretario general de las Naciones Unidas
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